Ehre sei dir, Gott, gesungen
BWV 248/5 // Oratorio de Navidad
(Gloria se cante a ti, oh Dios) para soprano, contralto, tenor y bajo, conjunto vocal, oboe d’amore I+II, cuerda y bajo continuo
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Taller introductorio
Reflexión
Solistas
Soprano
Marie Luise Werneburg
Contralto
Margot Oitzinger
Tenor
Daniel Johannsen
Bajo
Matthias Helm
Coro
Soprano
Jessica Jans, Simone Schwark, Susanne Seitter, Noëmi Tran-Rediger, Alexa Vogel, Anna Walker
Contralto
Antonia Frey Sutter, Lara Morger, Lea Pfister-Scherer, Alexandra Rawohl, Simon Savoy
Tenor
Marcel Fässler, Clemens Flämig, Tiago Oliveira, Sören Richter
Bajo
Fabrice Hayoz, Grégoire May, Simón Millán, Philippe Rayot, Jonathan Sells
Orquesta
Dirección
Rudolf Lutz
Violín
Eva Borhi, Lenka Torgersen, Peter Barczi, Christine Baumann, Dorothee Mühleisen, Ildikó Sajgó
Viola
Martina Bischof, Matthias Jäggi, Sarah Mühlethaler
Violoncello
Maya Amrein, Hristo Kouzmanov
Violone
Markus Bernhard
Oboe d‘amore
Andreas Helm, Philipp Wagner
Fagot
Susann Landert
Cémbalo
Thomas Leininger
Órgano
Nicola Cumer
Director musical
Rudolf Lutz
Taller introductorio
Participantes
Rudolf Lutz, Pfr. Niklaus Peter
Reflexión
Orador
Rudolf Wehrli
Grabación y edición
Año de grabación
18/01/2019
Lugar de grabación
Trogen AR (Schweiz) // Evangelische Kirche
Ingeniero de sonido
Stefan Ritzenthaler, Nikolaus Matthes
Dirección de grabación
Meinrad Keel
Gestión de producción
Johannes Widmer
strong>Producción
GALLUS MEDIA AG, Suiza
Productora ejecutiva
Fundación J.S. Bach, St. Gallen (Suiza)
Libretista
Primera interpretación
1 de enero de 1735, Leipzig
Textos
Christian Friedrich Henrici (Picander)
Georg Weissel (46.); Johann Franck (53.)
Texto de la obra y comentarios teológico-musicales
43. Chor
Ehre sei dir, Gott, gesungen,
dir sei Lob und Dank bereit’.
Dich erhebet alle Welt,
weil dir unser Wohl gefällt,
weil anheut
unser aller Wunsch gelungen,
weil uns dein Segen so herrlich erfreut.
44. Rezitativ (Evangelist: Tenor)
»Da Jesus geboren war zu Bethlehem im jüdischen Lande zur Zeit des Königes Herodis, siehe, da kamen die Weisen vom Morgenlande gen Jerusalem und sprachen:«
45. Chor und Rezitativ — Alt
»Wo ist der neugeborne König der Jüden?«
Sucht ihn in meiner Brust,
hier wohnt er, mir und ihm zur Lust!
»Wir haben seinen Stern gesehen im Morgenlande und
sind kommen, ihn anzubeten.«
Wohl euch, die ihr dies Licht gesehen,
es ist zu eurem Heil geschehen!
Mein Heiland, du, du bist das Licht,
das auch den Heiden scheinen sollen,
und sie, sie kennen dich noch nicht,
als sie dich schon verehren wollen.
Wie hell, wie klar muß nicht dein Schein,
geliebter Jesu, sein!
46. Choral
Dein Glanz all Finsternis verzehrt,
die trübe Nacht in Licht verkehrt.
Leit uns auf deinen Wegen,
daß dein Gesicht
und herrlichs Licht
wir ewig schauen mögen!
47. Arie — Bass
Erleucht auch meine finstre Sinnen,
erleuchte mein Herze
durch der Strahlen klaren Schein!
Dein Wort soll mir die hellste Kerze
in allen meinen Werken sein;
dies lässet die Seele nichts Böses beginnen.
48. Rezitativ (Evangelist: Tenor)
»Da das der König Herodes hörte, erschrak er und mit ihm das ganze Jerusalem.«
49. Rezitativ — Alt
Warum wollt ihr erschrecken?
Kann meines Jesu Gegenwart
euch solche Furcht erwecken?
O! solltet ihr euch nicht
vielmehr darüber freuen,
weil er dadurch verspricht,
der Menschen Wohlfahrt zu verneuen.
50. Rezitativ (Evangelist: Tenor)
»Und ließ versammlen alle Hohepriester und Schriftgelehrten unter dem Volk und erforschete von
ihnen, wo Christus sollte geboren werden. Und sie sagten ihm: Zu Bethlehem im jüdischen Lande; denn also stehet geschrieben durch den Propheten: Und du Bethlehem im jüdischen Lande, bist mitnichten die kleinest unter den Fürsten Juda; denn aus dir soll mir kommen der Herzog, der über mein Volk Israel ein Herr sei.«
51. Arie Terzett — Sopran, Alt, Tenor
Ach, wenn wird die Zeit erscheinen?
Ach, wenn kömmt der Trost der Seinen?
Schweigt, er ist schon würklich hier!
Jesu, ach so komm zu mir!
52. Rezitativ — Alt
Mein Liebster herrschet schon.
Ein Herz, das seine Herrschaft liebet
und sich ihm ganz zu eigen gibet,
ist meines Jesu Thron.
53. Choral
Zwar ist solche Herzensstube
wohl kein schöner Fürstensaal,
sondern eine finstre Grube;
doch, sobald dein Gnadenstrahl
in denselben nur wird blinken,
wird es voller Sonnen dünken.
Dr. Rudolf Wehrli
La Navidad está a casi un mes de distancia, al igual que el solsticio de invierno, que como fiesta original del «Sol invictus», el dios sol invicto, fijó la fecha en el siglo IV para el joven cristianismo. Desde entonces, los días son más largos, la oscuridad retrocede un poco más cada día y la luz llena los días en su lugar en nuestras latitudes.
La luz y las tinieblas, sin embargo, tienen una calidad diferente en nuestra cantata: la metáfora de la luz es, por así decirlo, el leitmotiv: en una antigua tradición de la historia religiosa, probablemente originaria del Cercano Oriente, quizá también del antiguo Egipto, el resplandor de la luz consume toda la oscuridad de la noche y acompaña la superación del engaño y del error mediante la verdad y la salvación. Esta tradición se encuentra también siglos después en el ámbito cultural grecorromano, en el primitivo poeta épico griego Hesíodo, así como en el presocrático Parménides a principios del siglo V a.C., que parte de la casa de la noche en un viaje por toda la tierra para encontrar la verdad pura en la luz radiante del sol.
Más sorprendente aún es la 4ª égloga al «Nacimiento del Niño», escrita por Vergil dos generaciones antes del Evangelio de Mateo, hacia el año 40 d.C., en plena guerra civil romana, en la que retoma el viejo mito oriental «Die Prophetie der Sibylle», como dice: «Jener Knabe -dice- wird das Leben der Götter empfangen, im Himmel mit den Seligen und Heroen verkehren und mit Kraft des Vaters ein Freidensherrscher über die Welt werden.» Los paralelismos con los textos de los evangelistas Mateo y Lucas son también sorprendentes en el curso posterior del texto, hasta el resplandor abrumador de una luz celestial, la referencia al dios sol y al dios del giro del tiempo o «der Erfüllung der Zeit” una frase utilizada por Pablo en Gálatas al igual que por Marcos al principio de su Evangelio.
El nacimiento de un niño divino, la luz sobrenatural, la promesa de un tiempo nuevo, el amanecer de la paz eterna, estas son las imágenes de la más intensa esperanza humana en tiempos oscuros, tiempos de guerra, acontecimientos terribles y sufrimientos difíciles de soportar. La metáfora de la luz se extiende así a un segundo nivel: la luz debe iluminar los sentidos oscuros del hombre, para que -según nuestro texto- el alma no comience nada malo. E inmediatamente, en el recitativo que sigue, aparece un mal presagio: porque Herodes se asustó y con él toda Jerusalén, al menos la de los establecidos, los sumos sacerdotes y los escribas.
Así, la metáfora religiosa de la luz y las tinieblas, de la verdad y el engaño, desarrolla una dialéctica peculiar: la paz, la promesa, la luz, el nacimiento del niño divino en el cambio de los tiempos, y justo al lado las tinieblas, la perdición a la que conduce el terror de Herodes en la vertiente narrativa del Evangelio de Mateo: el terror del infanticidio de Belén.
¿Por qué esto? Así que nos preguntamos. Pues bien, a Herodes le aterrorizaba que hubiera un rey de los judíos recién nacido al que sólo podía entender como un rival que desafiaba su poder. La mencionada dialéctica, por supuesto, abre ahora un abismo: el rey recién nacido, portador de la promesa, de la salvación, que se supone que trae la paz, desencadena el miedo y, por tanto, la agresión, se convierte en el instigador de la discordia. Una esperanza religiosa tiene consecuencias imprevistas porque cuestiona las condiciones existentes, lo políticamente establecido: El gran ideal se transforma en un horror inconcebible cuando se enfrenta a la realidad.
En el «Fausto» de Goethe, Mefisto se presenta al principio (cito) «als ein Teil jener Kraft, die stets das Böse will und stets das Gute schafft». En una espantosa inversión de este verso, la fuerza que siempre quiere el bien y por ello provoca el mal, el infanticidio de Belén, aparecería ahora en nuestro texto. ¿Será que la esperanza religiosa, los altos ideales de fe, en realidad también traen consigo el mal, que la fuerza interior de las promesas de paz también puede convertirse en brotes de violencia? ¿Será que el poder que siempre quiere crear el bien, la paz, se convierte en la causa de la discordia, el sufrimiento y la muerte?
La paradoja es difícil de entender, más aún de aceptar, y probablemente por eso Mateo sitúa los acontecimientos en el cumplimiento de la historia del pueblo de Dios, con las llamadas citas de reflexión como, por ejemplo, «damit erfüllt werde, weas geschrieben steht».
Sin embargo, la contradicción de la paz y la lucha, la dialéctica de la promesa y la violencia, sigue siendo un escándalo, una molestia minuciosa e irritante. Y es una de las tristes paradojas de la historia de Occidente que en nombre de la religión que promete la paz, una y otra vez se ha oprimido, humillado, asesinado o cubierto de guerras regiones enteras. Hay muchos ejemplos: la cristianización de los sajones bajo Carlomagno, las Cruzadas, las terribles disputas sobre la fe correcta en la Guerra de los Treinta Años o las ejecuciones de individuos que discutían ciertos principios de las iglesias establecidas.
Ciertamente, estos conflictos no fueron ni son en absoluto sólo por convicciones religiosas, sino que casi siempre tienen que ver también con las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales o con la opresión; sin embargo, la energía interior de una creencia religiosa se instrumentaliza con demasiada frecuencia, y en este sentido los sistemas de orientación política y religiosa suelen reforzarse mutuamente.
En efecto, la fuerza interior de las promesas de paz, la creencia ferviente en ideales nobles también puede acabar en violencia. La conciencia de esto puede convertirse en un reflejo tardío de la Ilustración: Cuando se toma conciencia de que tanto la paz como la lucha son inherentes al poder interno de la religión, cuando se toma conciencia de que la fe religiosa convencida también puede convertirse en violencia, la transformación de una fe que vive de la promesa de paz en intolerancia violenta es quizás menos exitosa.
Sin embargo: No es sólo la dialéctica abismal la que crea distancia y aleja el texto en su contexto tradicional: son también las dificultades que tenemos hoy con la imagen personal de Dios presente en todo el texto. E igual de lejana para la mayoría de las personas hoy en día es la pregunta de Lutero, que está presente en todo el texto: «¿Cómo puedo llegar a un Dios que es bondadoso conmigo?» El hombre que camina en las tinieblas, a merced del pecado y, por tanto, necesitado de la gracia divina, que como salvación sólo puede venir de lo alto, todo esto no es la actitud ante la vida en los tiempos de la globalización y la digitalización, por poco que el drama histórico-salvador de la muerte y la resurrección siga llegando a una mayoría.
Pero no sabríamos qué es lo que ha sustituido a esta visión cristiana cerrada del mundo, qué valores y convicciones firmes guían a la gente hoy en día. Porque la disolución de los contextos de sentido cristianos tradicionales a raíz de la Ilustración y la secularización ha dejado a las personas sin orientación como «huérfanos de orientación», como los llamó Hermann Lübbe. Y nadie sabe de dónde puede venir la orientación.
En ningún lugar es más claro que en las ciencias: Aunque cada vez conseguimos más en muchas disciplinas -en la medicina, por ejemplo, con la prolongación de la vida, en la administración de empresas con el aumento permanente de la productividad-, cada vez sabemos más sobre el cómo y al mismo tiempo menos sobre el para qué. Me parece que sería urgentemente necesario, además de perfeccionar el conocimiento y la acción en las ciencias individuales, considerar cada vez más el sentido de toda esta actividad.
Esto nos devuelve al coral de apertura de nuestra cantata: «Ehre sei dir, Gott gesungen», que nos sitúa justo en el centro de la obra creativa de Bach y de su abrumadora creación musical: «Soli Deo Gloria» (Gloria sólo a Dios) era el título de muchas de sus composiciones, porque veía su trabajo en un contexto más amplio de significado creado por Dios, porque el significado de sus acciones era evidente para él – y probablemente también entendía sus armonías como una salida del significado divino.
Sin embargo, quienes, como hijos de una época moderna secularizada -como huérfanos de orientación- han perdido la fe en esos contextos de sentido, se quedan con interrogantes. Entre ellas está la cuestión de si existe una interpretación postcristiana de los textos de la Biblia y del himnario. Porque todo lo que sucede no le parece parte o resultado de un plan divino, no como el cumplimiento de un propósito superior, sino como mera contingencia, como acontecimientos incoherentes y aleatorios. La idea de que exista un plan divino detrás de todo le resulta tan ajena como la de que éste pueda ser comprendido; a lo sumo, puede esperar que el destino sea misericordioso con él. Pero tal vez nuestro himno inicial «Gloria a ti, Dios, cantado» pueda llevarnos a la humilde constatación de que tal contingencia -en nombre de Dios- no está a disposición de nosotros los humanos. Y así, tal interpretación postcristiana se convierte también -para hablar con Herder- en una contribución a la promoción de la humanidad y aporta luz a la oscuridad del mundo.
Este texto ha sido traducido con DeepL (www.deepl.com).